Flora y fauna de Malpica de Tajo



 

El Carbonero Común (Parus major)

Etimología

El nombre genérico Parus proviene del latín {parus} y significa "herrerillo" y el nombre específico major procede del latín {major,oris} y significa "más grande".

Descripción

El carbonero común es un ave de pequeño tamaño, con la cabeza es de color negro brillante y se distingue por una característica corbata de color negro que contrasta con el color amarillo de su vientre. También es característica de la especie una mancha de color blanco en sus mejillas. El dorso es de color verde y sus patas de color azul. Cabeza y cuello negro brillante; mejillas blancas; con una banda negra que desciende por el pecho amarillo; dorso verde; sexos iguales ya que el dimorfismo sexual no es muy acusado, el rasgo que mejor puede diferenciarlos a simple vista es el grosor de la “corbata” negra que lucen en el vientre ya que en la hembra es algo más fina que en el macho.

Carbonero

Etología y hábitat

Su habitad es muy variado, se le puede ver en zonas arboladas, bosques e incluso jardines. Zonas con árboles frutales y bosques de hoja caduca también son habitad frecuentados por los carboneros.


El vuelo del carbonero común es fuerte y bastante acrobático, gracias a su pequeño tamaño revolotea entre la maleza con mucha agilidad, aunque también suele posarse en el suelo y en las charcas de agua en busca de pequeños insectos. El reclamo es muy variado emitiendo sonidos agudos y metálicos de diferentes formas.


Los carboneros comunes siempre son activos, tanto si se trata de buscar comida en invierno, como de descubrir, a partir de febrero, una cavidad para construir el nido. En la mala estación vagan en pequeños grupos ruidosos, a los que se unen otros pájaros, como trepadores, agateadores, reyezuelos e incluso, a veces, el Pico Picapinos. Se distinguen por su vivo plumaje, en el que se mezclan amarillo brillante, blanco puro, negro lustroso y verde oliva. En los huertos, los jardines y los bosques de frondosas el Carbonero Común suele ser el que más abunda y en otoño migra ante la escasez de alimento; bandos de carboneros se desplazan entonces hacia el sur. A finales de invierno el macho visita los agujeros de los árboles y los muros, así como las cajas anideras, y trata de atraer a la hembra, a la que alimenta con presas escogidas. La construcción del nido y la defensa del territorio absorben pronto las energías de los carboneros comunes, que, a menudo, crían dos polladas antes del verano, época en la que mudan sus plumas.

Alimentación

Su dieta es básicamente de insectos, larvas y semillas. La captura de orugas como puede ser la procesionaria le convierten en un aliado para la conservación de especies vegetales. Si lo que comen es fruta se decantan por aquella que ya puede ser habitada por gusanos.


Reproducción

La reproducción comienza en Abril y continúa hasta Junio. El nido es un conjunto de ramas, hojas secas y musgo que puede encontrarse en huecos de árboles, muros e incluso en las cajas-nido elaboradas artificialmente, pero que suponen una ayuda a la proliferación de ésta y otras especies de aves. Cada vez que sale del nido antes de terminar la puesta tapa los huevos, aunque no quedan tan ocultos como los del Herrerillo Común. Las puestas normales son de seis-ocho huevos. Algunas hay de nueve-diez y raras las de once y doce.

Carbonero común sobre una rama

A menudo encontramos también puestas de cuatro y cinco huevos, la mayoría en el mes de junio. Son de color blanco con punteado rojizo disperso por toda la superficie. Solamente la hembra incuba y es tan fiel a su trabajo que se la puede coger en el nido y levantarla para controlar la marcha de la incubación, dejándola allí nuevamente sin que se asuste ni lo abandone. El macho la ceba en el nido y de él sale muy pocas veces al día. A los trece-dieciséis días nacen los pollos que tienen un plumón gris humo bastante largo en la cabeza y espalda. El interior de la boca es anaranjado y no hay puntos oscuros en la lengua; las comisuras son amarillo pálido. Ambos adultos los alimentan con orugas sobre todo. Se desarrollan con bastante lentitud y en ello puede influir considerablemente el tiempo frío y lluvioso, no infrecuente en muchas primaveras. Hasta los ocho-nueve días no abren completamente los ojos y rara vez salen del nido antes de cumplir los dieciocho días. Ocasionalmente algunos lo dejan a los dieciséis y otros permanecen allí hasta veinticuatro días. Un promedio estaría entre dieciocho y veinte días. Todavía fuera del nido son alimentados durante quince-veinticinco días más por los adultos.